En la época de Kepler sólo se conocían seis planetas: Mercurio, Venus, La Tierra, Marte, Júpiter y Saturno. Kepler se preguntaba porqué eran sólo seis ¿porqué no eran diez o veinte?. Kepler, un maestro de escuela provinciano de orígenes humildes y desconocido por todos excepto por unos pocos matematicos, no paraba de buscar información y otras preguntas sobre el Cosmos, pero no tenía los medios necesarios.
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Tycho Brahe |
Había entonces un sólo hombre en el mundo que tenía acceso a las observaciones mas exactas de las posiciones planetarias aparentes, un noble danés que se había exiliado y había aceptado el empleo de matemático imperial de la corte del sacro emperador romano Rodolfo II. Ese hombre era Tycho Brahe. Casualmente y por sugerencia de Rodolfo II, acababa de invitar a Kepler (cuya fama estaba creciendo) a que se reuniera con él en Praga. Los dos tuvieron varios encuentros aparte de éste, pero Tycho se limitaba a arrojarle de vez en cuando algo de información: "Tycho no me dió oportunidad de compartir sus experiencias. Se limitaba a mencionarme, como si fuera de paso, hoy la cifra del apogeo de un planeta, mañana los nodos de otro..."
Tycho era el mayor genio observador de la época, allá por 1590, y Kepler el mayor teórico, pero Tycho Brahe no estaba dispuesto a regalar toda la labor de su vida a un rival en potencia mucho mas joven. Murió a causa de una infección urinaria que empeoró cuando se negó a dejar de moderarse en las comidas y bebidas. En su lecho de muerte, por fin legó sus observaciones a Kepler, y en la última noche de su lento delirio iba repitiendo una y otra vez estas palabras, como si compusiera un poema: "Que no crean que he vivido en vano... Que no crean que he vivido en vano... "
Que así sea.
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